Queridos amigos:
He leído algunos de los artículos y mensajes que publican. Una de las secciones que más me ha motivado a escribirles es el de “Confesiones de pecados secretos”...
Hoy no quiero tener miedo. Deseo contarles mi historia y pedirles consejos. Estos son mis pecados…
Mi niñez fue lo más bello que pude haber tenido, pero toda mi desgracia inicio durante mi adolescencia. Tan sólo era una chica de 13 años, cuando empezaron a gustarme los chicos de mi edad. Pero mi vida fue frustrada gracias a mis vecinas, les voy a contar por qué.
Yo tenía un enamorado y nos veíamos a escondidas. Todo iba bien, hasta que un día a mi madre le empezaron a meter cizaña. A mi madre le decían que yo ya tenía relaciones sexuales con ese chico. Para mi madre fue muy impactante, así que decidió llevarme a revisar con una doctora. No imaginan lo importante que era para mi madre confirmar si yo era virgen.
Cuando la revisión terminó, la doctora habló con mi madre y le confirmó que sí, aún yo era virgen. ¡Todo era una mentira! Sin embargo, para mí… ese día fue el más triste y vergonzoso de mi vida. Sólo era una niña. Tenía tanta vergüenza porque yo había empezado a desarrollarme, y sentía pena porque me estaba transformando en una adolescente. Lo peor de todo, mi madre no confiaba en mí: prefirió confiar en sus amigas, y eso me dolió mucho.
Pasaron varias semanas y me las arreglaba para tratar de olvidar la vergüenza que había pasado: el día que mi desconfiada madre me humilló, en su afán por confirmar que su niñita aún era virgen…
Sin embargo, las vecinas siguieron insistiendo: le inventaban cosas a mi madre y, volvió a repetirse la historia; pero esta vez, mi madre quiso estar presente cuando la doctora me revisara…
Amigos, ese día me destrozó por completo, fue la humillación más grande de mi vida. Mi madre vio por sí misma que aún era virgen y sólo… sonrió. Me pidió disculpas, pero para mí sus disculpas no valían nada... No bastaba sus sosas disculpas, yo sólo quería vengarme de ella; quería causarle una humillación igual o peor de la que me hizo vivir…
Así es que, cuando tenía 14 años, planee mi venganza: no podía dejar eso así. Un día en el que ella se encontraba de viajes, me dejaron con la empleada. Ese día decidí que había llegado el momento de mi venganza; así que planee emborracharme por primera vez, y entregarme a un desconocido.
Estuve tomando con unas personas que conocí ese mismo día. Entre ellos estaba un chico, el cual consideré perfecto para llevar a cabo mi plan. Todos tomamos mucho y pasó lo que tenía planeado. Pensé que era la mejor manera de castigar a mi madre, pero no fue así: me castigué a mí misma, pues al llegar mis padres, me obligaron a casarme con él; y para mí era un completo desconocido.
Pasaron unos meses y mi vida ya era un infierno. Otra vez mis padres decidieron por mí y me enviaron a estudiar a otra ciudad.
Pasaron los años y conocí a otro chico del cual me enamoré como loca. Decidimos juntarnos e independizarnos. Mi madre nos había dado una casa para vivir.
Como es natural, quedé embarazada. Esto dificultó más las cosas, pues mi marido se había quedado sin trabajo y yo no sabía hacer nada. Así que, cuando mi madre se enteró… decidió echarme de la casa.
Pues ahí quedé sola con mi bebé en mi vientre, con apenas cuatro semanas. Sufrí mucho durante esos meses. Me prestaron un taller para vivir, y dormía en una bodega. Mi marido estaba en casa de sus padres, me había abandonado. Me alimentaba de un árbol de mango que tenía unos cuantos mangos verdes. Tenía que robarlos para alimentarme. Llegaron días en los que me desmayé del hambre.
Tuve una amiga que jamás olvidaré. Ella era muy pobre, pero se robaba un banano a escondidas de su mamá para dármelo.
En una ocasión llegó mi hermano a visitarme, y a dejarme dinero para que me alimentara; pues mi madre me mandó a decir que no quería un nieto “mongolo”, y yo me puse a llorar.
Pasaron varios meses y las cosas mejoraron: mi marido regresó y encontró trabajo. Durante los últimos meses mi madre se compadeció de mí, y me permitió volver a la casa. Ya se estaba aproximando la fecha de parto: esperaba con gran ilusión a mi primer bebé. Sabía que iba a ser una niña y estaba feliz. El día 19 de noviembre entré en labores de parto, pero no dilataba más de dos centímetros. Así que, los médicos alarmados decidieron ponerme medicamentos para acelerar el parto. Pasé dos días así. El día 21 de noviembre, a las 11:00 PM, nació mi hija. Pero…
Al nacer mi hija la apartaron rápidamente de mi lado, y la llevaron al área de neonatos. Estaba yo muy preocupada y le pregunté a un doctor qué estaba pasando, y él me dijo que todo estaba bien. Pasaron cuatro horas, así que me levanté y decidí buscar a mi hija. Al llegar al lugar donde la tenían, los médicos me dijeron que tenía que ser fuerte, me dijeron que mi hija tenía síndrome de Down…
Lloré como loca. Enseguida recordé las palabras de mi madre: “No quiero un nieto mongolo”. Fue uno de los tantos sufrimientos que he pasado.
Mi hija creció bella. Luché con ella y mi marido. A los 4 años tuve a mi segundo hijo ¡gracias a Dios! Nació sano y fuerte. Me encontraba en el mejor momento de mi vida: era feliz con mis hijos y mi marido, hasta que un día… me traicionó.
Mi marido, el hombre que yo tanto amaba me traicionó, me humilló y se iba a casar con su amante. En ese momento, mi vida volvió a derrumbarse. Me marché a trabajar al extranjero. En eso, él se arrepintió de haber echo lo que me hizo, pero ya era muy tarde: mi dolor me volvió fría. Quiero que sepan que en mi vida para mí sólo existen mis hijos.
Amigos, hice que se me humillara ante todos y lo perdoné. Sin embargo, para castigarlo, desde ese día decidí jugar y burlarme de los hombres. Sigo con él, pero le soy infiel. Me he convertido en una chica ambiciosa al dinero, y no siento amor: sólo pienso en mis hijos… Yo sé que no estoy haciendo bien, pero no puedo cambiar.
Gracias por leer mi historia. Espero con ansias sus consejos.
Les saluda,
Rosalía
La que nunca podrá amar
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