Una historia de la vida real…
Hola:
Quisiera compartir un poco mi historia de amor. Es algo que deseo hablar y necesito que me lean y me aconsejen…
Soy madre soltera. Mi hijo ya tiene 18 años, fue producto de una adolescencia irresponsable…
A los 16 años tuve que enfrentarme sola a la vida y con una criatura en brazos. El padre de mi hijo me dijo que todo iba a estar bien, pero no fue así; y en cuanto quedé embarazada, él cambió su actitud hacia mí: se convirtió en un hombre agresivo, humillante, bárbaro, ofensivo, al punto que le tenía temor. Yo me horrorice de su modo de ser, me amenazaba, me ultrajaba verbalmente con las peores palabras que se le puedan decir a una mujer. Mi esencia de mujer se marchito desde esa edad y pareciera como si el mundo se me hubiera venido encima. A pesar de todo tenía el apoyo de mi mamá, pero a raíz de mi error… la confianza se había perdido y todo se tornaba en discusiones y humillaciones.
Un día tome valor y le dije a Dios: " Esta vida que llevo no es la que había soñado y no creo que Tú hayas permitido que yo viniera al mundo a sufrir. Ya no más", lo dejé y me sometí a mi mamá.
Al vivir con mi mamá me tocaba callar, aguantar cada regaño sin razón, o cada represaría hacia mí; sólo por darle de comer a mi hijo y una estabilidad, pues siendo menor de edad no podía trabajar aún...Pero ya siendo mayor de edad conseguí un trabajo, y me empezó a ir bien. Luego empecé a estudiar, me tocaba duro: criar, estudiar, trabajar, era difícil pero no imposible... sólo me concentre en mi hijo, ya que para mí todos los hombres eran iguales y no pensaba en enamorarme. No obstante, salí varias veces con algunos hombres, pero ninguno llenaba mi vacio. Así que, me volví agresiva hacia el género masculino, no dejaba que me cortejaran, si me regalaban rosas, las rompía en la cara del galán; si me regalaban chocolates, los pisoteaba.
Sin embargo, un día llegó alguien que era diferente, salimos, nos hicimos novios, las cosas marcharon bien. Él jamás me trato mal, nunca una mala palabra. Así es que comprendí que… sí, hay hombres diferentes. Pero aún había enormes agujeros dentro de mí, que él no llenaba.
Un día y después de 5 años de relación, terminamos… No me dolió, no me sentí mal, no lo extrañé, no lo busqué, como si nada hubiera pasado. Yo seguía concentrada en mi hijo. Conseguí buenas amistades, trabajaba demasiado y tenía poco tiempo para divertirme. A medida que pasaba el tiempo me iba dando cuenta de que estaba más sola que nunca, y comprendí también que el pasado había marcado mi vida. Así es que empecé a trabajar yo misma en cambiar y ver la vida diferente. Empecé a sentirme más mujer, más femenina, más bonita. Comencé a quererme, a aceptarme, hasta empecé a pensar en tener una familia. Ese proceso me llevó 4 años, en los cuales me acerque más a Dios. Cambié mis ánimos, dejé que me cortejaran, me deje invitar a salir, en fin, empecé a orar y a pedirle a Dios por un hombre que cambiara mi vida, que me amara sin condiciones, que llenara cada vacio.
Cuando me di cuenta tenía tres hombres en espera, con cada uno la pasaba bien cuando aceptaba alguna invitación a comer, al cine, a caminar... Pero era consciente de que con ninguno quería estar. Pero…
Un día llegó alguien que cambió por completo mi vida, la felicidad se me notaba en el rostro. Ahora sonreía, me conquistó, me enamoró. Mi corazón latía a más de mil, dije: <<Gracias Dios>>. Todos los días decía: <<Gracias Dios>>. A veces pensaba que él no era real… no sé… su modo de ser hizo que yo fuera su mundo e hizo el mío diferente: los ojos me brillaban más que nunca, y poco a poco me fui enamorando locamente. Hicimos planes, pronto compraríamos un apartamento, yo terminaría la carrera, íbamos a pasos de gigantes sin que nada nos detuviera.
Mi enamorado tiene una hija de 4 años. Esa niña es su adoración y me parecía fenomenal, ya que como padre es un ser ejemplar. Todo marchaba bien, hasta lo presenté en mi casa como mi novio oficial. Mi hijo y él se volvieron amigos, una relación perfecta, hasta que.... Las cosas empezaron a cambiar.
Mis sospechas eran ciertas, el aún no había cerrado el ciclo con la mamá de su hija. Él vivía con ella, y el engaño fue fatal. Mi amor por él crecía y aún siendo consciente de su situación, yo seguí ahí, haciéndome la que ignoraba; pero algo dentro de mí no me dejaba en paz y empecé a exigirle que tomara una decisión: ella o yo. Él decía que no me dejaría, pero llegué al punto que le presione, y en vista de su indecisión, las cosas se acabaron: nuestros planes, todo se fue al piso. Así es que volví a mi soledad, pero esta vez con dolor en mi alma, ya que sentía que era la primera vez que de veras amaba a alguien. Mis ilusiones, mis sueños, todo se fue, nunca había conocido a alguien tan especial y tan entregado a mí.
Hoy en día tengo 35 años y pienso que ya no hay un futuro en mi vida sentimental. Otra vez vuelvo a sentirme sola, en estos momentos estoy viviendo ese duelo de la ausencia de ese ser amado. He tenido que ser fuerte para no llamarlo, y no saber nada de él, pero decidí renunciar a él, y apartarme de su camino para no afectar su vida familiar.
Me siento engañada y pisoteada. Uno piensa que a una edad madura nada de esto va a suceder y, no es así… No hay edad para madurar, solo Dios puede calmar esto que siento, pero no sé si vuelva a creer en el amor.
Agradezco sus comentarios, Dios les bendiga.
Saludos,
Marisol
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