Dame tu mano
Miré tu rostro cabizbajo y me di cuenta de que necesitas fuerza en tu camino. Después de todo, soy tu padre y no vivo en un lugar lejano donde jamás puedas acudir a mi cariño. Estoy aquí a un lado tuyo, donde siempre he estado. Aunque a veces se te olvide un poquito.
Dame tu mano ahora, ¡levántate! Quiero que caminemos un rato por las veredas de tus pensamientos y dime, ¿a qué le tienes miedo? ¿ Por qué ya no quieres vivir? ¿Por qué quieres tirar a la basura tu destino?
Es verdad, el mundo es cruel. Cuando eras niño, tus ojos se abrían curiosos esperando lo mejor de la vida. Tu sonrisa pura la ofrecías en amistad a quien se decía amigo. Pero luego las mentiras y traiciones aniquilaron tu esperanza; apagaron tu risa y tu deseo de vivir se hizo pedazos. Se oscureció tu amor, dejaste de confiar y dejaste de creer en mí.
En ese lugar cual pajarito hambriento, tu alma es fortalecida, alimentada. Allí eres quien verdaderamente eres, hijo
del omnipotente, imagen y semejanza del Creador del Universo. ¡Qué no se te
olvide! Si vuelves a tropezar, que en el espacio más preciado del universo
entero: tú tienes tu propio lugar, solo para ti. Y de aquí, nada ni nadie jamás
te va a sacar.
Ese lugar es... sí, aquí. Mira en lo más profundo de mi corazón. El lugar donde eres protegido, donde con todo tu derecho de hijo puedes venir a platicar conmigo todos los días. Aunque te sientas indigno, no te dejes engañar por las mentiras, con mi sangre rescaté tu vida y una vez más te lo repito: de aquí nadie te podrá sacar. Aunque se sacuda el universo entero: nada te podrá arrancar, nadie te podrá apartar. En mi corazón tú serás siempre el mismo, mi pequeñito, mi amado hijo.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual, estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8:35-39
Dame tu mano, hay otras cosas de las que te voy a hablar... No temas, estoy aquí a tu lado, siempre contigo...