¡No podía estar con mi hermanita!
Mi hermana tenía una enfermera llamada "Mirta". Una parte de mi casa la dividieron solo para Isabella. Las únicas personas que podían verla en mi casa eran mi mamá, mi tía y la enfermera. Siempre con tapabocas, y además tenían que lavarse las manos con alcohol.
Desde la pieza donde dormía Isabella −donde nadie podía entrar− siempre se escuchaba la radio que sonaba música cristiana. Recuerdo que ella levantaba sus manitas, bailando. Cuando yo llegaba del colegio, siempre la veía por la ventana: ¡esperándome con sus manitas arriba! Era increíble, cómo a pesar de todo… ella seguía regalándonos alegría. Yo la veía, tan chica, ¡tan llena de fuerzas...!
Después de una semana empezaron sus primeras sesiones de quimioterapia en el Instituto Privado del Niño, en Asunción. Al lado de su pieza estaba Mía Valentina, también luchando por su vida, ¡cómo olvidarla!
Eran días difíciles, semanas… que después, ya no podíamos solventar porque saben cómo es la situación en Paraguay. Después de un mes, creo que la mudaron al Materno Infantil, en San Lorenzo. Allí conseguimos una pieza sola para ella, por su estado.