SEÑOR, bendice a mi hermana o hermano. Muéstrale que las luchas y dificultades que ella o él ha vivido, no han sido en vano. Y que todo — absolutamente todo— será usado para su bendición, y también para llenar su vida de felicidad y satisfacción. Te pido que mi hermana o hermano pueda ver tu presencia en la alegría, en compañía de parientes y amigos — o aun en la soledad—cuando parece que el mundo nos ha olvidado, pero que esos momentos sean enriquecidos con una comunión más intensa contigo, SEÑOR.
Hazle ver también, que tu mano siempre está extendida: tus brazos abiertos, tu mirada atenta, tus oídos listos y tu sonrisa tierna. Siempre está ahí para darnos la fortaleza y la atención que necesitamos de ti.
Haz sentir a mis hermanos en este día que, tú no te olvidas de tus hijitos, y que aunque como humanos que somos, a veces nosotros mismos ofendemos o nos olvidamos de los que amamos. Aun así, tú nos perdonas y nos encaminas de nuevo a amar a nuestros amigos: a nuestra propia sangre. Y que tu sangre derramada ha hecho posible que todos juntos regresemos a ti, limpios, y que nuestro pasado ha sido ya borrado.
Derrama fortaleza y ánimo en mis hermanos en el día de su cumpleaños: 364 días antes y 364 días después. Haz de ese día, Cristo bendito, un día muy, pero muy especial para todos aquellos que te aman y claman a ti. Y para los que no, que tu Santo Espíritu les hable y les diga que tan maravilloso es cumplir años en Jesús...
Escrito por Hermes Alberto Carvajal
Recuérdalo, todos los días, una palabra de fortaleza para ti
Nota del autor:
Y... ¿quieres saber por qué lo hago? Porque yo sé que hay miles, millones de personas, que no tienen a nadie que le dé una palabra de ánimo, y menos aún cuando están pasando situaciones en que han sido rechazados por su propia familia, sus hijos, sus padres, sus amigos, sus "hermanos" en Cristo. Y es en esos momentos, cuando te preguntas, ¿dónde está Dios? ¿Dónde están los que decían amarme cuando yo tenía prosperidad? ...Yo un día estuve en esa situación y hubo momentos en los que NADIE me brindó una palabra de aliento — sin ningún interés de por medio. Por eso, cada día trato de mandarte estas palabras, las cuales no te cuesta recibirlas; ni tú me tienes que dar nada, ni siquiera agradecimiento y amistad. Recíbelas porque en realidad, estas palabras que fortalecen: vienen de Dios para ti.