Quiero que sepas, que no hay momento en que te suelte de mi mano. Que no hay obstáculo que con mi poder no puedas vencer. No hay enemigo que pueda enfrentarte, si confías en mí... ¡si tan solo confías en mí!
Quiero que sepas, que en tus momentos de soledad más intensa,
cuando creíste desfallecer; cuando mirabas y solo alcanzabas a ver una espesura
negra: fue en ese tiempo cuando más cercano a mi corazón y con todo mi amor te
sostuve aquí, y no te dejé caer.
Hoy es el día que abrirás los ojos y podrás ver todas mis bendiciones que tengo para ti: para que tú las tomes y a los tuyos repartas paz, amor y provisión. Y la corona de gloria que te prometí el día aquel, cuando fuiste humillado: hoy está sobre tu cabeza, eres mi hijo amado y puedes estar seguro de que siempre lo serás.
Serás
levantado como nunca jamás lo soñaste (ni en tus más audaces planes lo
pensaste), pero esta es mi recompensa por tu fidelidad y por todo ese dolor,
los castigos crueles que de muchos soportaste y todo lo hiciste por mí.
Este es tu día de victoria, ven dame tu mano, entra al gozo de tu Señor…
Escrito por Hermes Alberto Carvajal
Recuérdalo, todos los días, una palabra de fortaleza para ti
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