2020-12-07


 

Esta es la historia más difícil  y misericordiosa que Dios permitió que viviera  la familia Ríos

 

 

 

Hola:

 

Un saludo cordial para todos ustedes, esperamos que el testimonio que le vamos a contar le sea también de bendición.

 

Después de tener nuestra primer hija, Marian, de 2 años,  supimos que estábamos esperando a nuestro segundo hijo (a).  Por lo que esto trajo mucha alegría a la familia.  Mi esposo y yo siempre planeábamos nuestros embarazos con la guía de Dios, por lo que esto nos traía como matrimonio mucha paz, ya que sabíamos que estábamos en las manos de Dios.

 

Con el paso de los días, el ( la ) bebé iba creciendo, de acuerdo a los exámenes médicos rutinarios todo parecía indicar que era un embarazo normal. Así lo fue, hasta que el tercer mes de embarazo observe que algo no andaba bien, ya que algo muy grande estaba fuera de mí y esto me asusto mucho.

 

Inmediatamente llamamos a mi médico de emergencias, por lo que me hicieron algunos estudios, y como resultado dio que  tenía placenta previa. Muchas mujeres no le prestan atención o desconocen realmente lo que significa tener en un embarazo con placenta previa y no se cuidan o no siguen correctamente los consejos de su médico. Tener placenta previa significa que la placenta estaba ubicada más abajo de lo normal, por lo que puede haber dos opciones:

 

1.-  que esta se vaya moviendo conforme al crecimiento del bebé y que no haya complicaciones  

2.-  que realmente  obstruya la salida del bebé, por lo general, se presenta una hemorragia y/o  se tiene que acudir a la cesárea.

 

Los peligros de tener placenta previa podrían ir más allá. En casos de placenta accreta (cuando la placenta se implanta profundamente y no se desprende con facilidad durante el parto) puede causar hemorragia severa, y es probable que se requiera realizar una histerectomía (la extirpación del  útero) para controlar la hemorragia, y una transfusión de sangre. 



Sin embargo, estando en el hospital, todo parecía indicar que mi bebé ya no estaba dentro de mí. Por lo que  esto causo en mí mucha confusión, y cuando me hicieron el ultrasonido, ¿cuál fue la sorpresa? ¡qué se escuchaban los latidos del bebé!, no tienen idea como podía sentir los brazos de Dios diciéndonos que Él estaba con nosotros. 

 

Después de algunas indicaciones y cuidados de los médicos volvimos a casa.  Ya no fue igual porque tenía que cuidarme mucho más que un embarazo normal.

 

Pasaron los días y los meses, todo parecía indicar que seguíamos correctamente las indicaciones prescritas por los doctores  porque todo parecía normal;  y nosotros estábamos cien por ciento confiados en el poder absoluto de Dios. No fue hasta que en una mañana como a las 3:00 a.m., y ya con 5 meses y medio de embarazo, que comencé a sentir como un río de sangre salía dentro de mí…

 

No podía hablar ni respirar porque ese río salía con mucha más intensidad. Aún recuerdo las palabras del Dr. que me dijo: "El día que se le presente una hemorragia, nadie lo podrá parar", por lo que mi vida y  la del bebé estaban en un cien por ciento de riesgo de perderla.  

 

Camino al hospital yo estuve hablando con Dios,  me humillé ante Él; le pedí que me diera sólo una oportunidad de vivir; que si ya no tenía más nada qué hacer en este mundo, que estaba bien, que me llevara.

 

Mientras tanto, yo podía escuchar como ese río seguía saliendo, así que comencé a sentir mucho frio y a temblar. Yo no podía creer lo que me estaba pasando, pero aún en mis adentros, yo sabía que tenía paz; y en ese momento yo me entregaba aún más a Dios y que el hiciera conforme a su perfecta voluntad. Supliqué su perdón y que me diera paz por cualquier situación. 

 

Llegamos al hospital y, para nuestra sorpresa, ya no salía ni una gota más de sangre de mí. Esto llevó a confusión a los doctores y, si no hubiera sido por la evidencia, ellos no nos hubieran creído.

 

En ese momento no podía nacer el bebé, porque era demasiado pequeño (a) por lo que esperamos a que tuviera 7 meses y medio.


Llegó el momento del nacimiento de nuestra hija Camila Angélica. Nuestra pequeña nació muy sana a los siete meses y medio, con 6 libras de peso. Hasta hoy recuerdo el nacimiento de Camila, como  la oportunidad de vida que Dios me ha dado. Por lo que hoy vivo mi vida rendida a Dios, disfrutando de su palabra, hablando con Él (orando).

 

Hoy tengo un ministerio con los niños de mi iglesia, donde se les está enseñando cómo hablar a otros del amor tan inmenso que Dios tiene para la humanidad. Sólo basta con que tú creas en que Él existe, y que creas que  Él murió por ti y por mí, y que pidas que te perdone y Él lo hará.  Cualquier situación que tú estés pasando para Dios nada es imposible: sólo confía en Él.

 

Este es nuestro deseo inmenso que Dios haga un milagro en tu vida. Así de real, como el de la familia Ríos.

 

 

¡Bendiciones! 


OTROS TESTIMONIOS IMPACTANTES: