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Llegó de repente a la oficina donde trabajo preguntando por mí, y cuando le dijeron dónde estaba fue y quiso abrir la puerta, así de sopetón. Yo que sabía que estaba cerrada con seguro. Adentro estábamos el licenciado Abreu y yo, él es mi jefe inmediato, y me estaba pidiendo mi opinión sobre un caso serio de malversación que estamos teniendo en la oficina, por parte de los que manejan la chequera.
Yo estaba con el jefe en la oficina. No estábamos haciendo nada malo. Ese hombre siempre me ha respetado y yo a él. Adoro a su esposa y ella a mí. Somos casi hermanos de tanto tiempo de trabajar juntos. Pero resulta que llega el marido y la puerta estaba cerrada con seguro por dentro y yo no lo sabía. Si mi jefe la cerró, él tendría sus razones, no quería que nadie nos oyera. Les juro por Jesucristo que ni en mi mente se me había ocurrido algo sucio con mi jefe y dudo que yo le guste a él. ¡Ah!, pero esto bastó para que mi marido me hiciera un pancho delante de todos en la oficina.
¡Qué vergüenza me da con mis amigas y amigos! Salió de ahí y hasta la fecha no me habla.
Por ejemplo, falleció una hermana mía hace un mes y fue en esos días cuando él me había hecho la escena en el trabajo. Desde que recibí la noticia del deceso, hasta que la enterramos, no me dirigió la palabra para decirme: <<Lo siento, en qué te apoyo>>, o algo así:¡NADA!
Yo trato de ser una mujer cristiana pero la verdad que ya no aguanto. ¡Oigan!, la verdad, una necesita a su marido ¿Qué, no? O alguna de las que estén leyendo esto,no necesita a su marido, si está casada? Yo, sí, si lo necesito. Lo amo, no es perfecto, pero lo amo. Lo extraño cada noche porque él se va a dormir a otro cuarto cuando está enojado. Semanas durmiendo sola.
Parece que estoy en una prisión. Bueno, a veces así me siento. Quise pedir consejo en mi iglesia pero allí solo les importa que uno se presente los domingos a hacer bola y a llevar las ofrendas. En la semana, ni se acuerdan de ti, y cuando tienes problemas te dicen: "Mas tarde le llamo", y nunca se reportan.
Me siento sola. Hablo con Dios, pero no es lo mismo. No sé… yo sé que estoy mal. ¿Qué hago? Ya hasta me dan ganas de cambiar de opinión con respecto a mi jefe el licenciado Abreu. ¡Oigan, uno tiene su corazoncito!, y si el marido se la pasa despreciandola a una, pues, ¿que salida nos queda? ¿Irnos de monjas?
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