“…Y, cuando abres tus ojos, de nuevo estoy aquí: para tomar en mis manos tus angustias, tus anhelos; para quitar tu tristeza, para que me cuentes tus sueños, para recordarte que yo herido fui, morí y resucité por ti; para que mi hijo seas por siempre, para darte perdón eterno, para que no agaches la cabeza ante cualquier ataque del enemigo vencido: tú estás vivo, él está muerto…”.
Dale gracias a Dios, en este día, por su infinito amor. Si llegaste aquí no es casualidad, él te está buscando para llenarte de su amor y guiar tu corazón a delicados pastos, a aguas de reposo. Recuéstate en su hombro, y cual inocente niño confía a él, todas, todas tus cargas; incluyendo esa que has llevado oculta dentro de ti por muchos años. Él lo sabe, y él quiere darte hoy descanso… Pido a Dios que puedas sentir este bello y tierno abrazo que Jesús te ofrece en este momento, diciéndote:
“Te amo, y no te rechazo. Has venido hoy de corazón sincero, eres aceptado, eres inmensamente amado. Eres mío, pase lo que pase siempre estaré junto a ti…”
Escrito por Hermes Alberto Carvajal
Recuérdalo, todos los días, una palabra de fortaleza para ti.
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