El narcotráfico quiso matarme – JESUCRISTO ME SALVO LA VIDA

Dios lo libró de las balas de los narcotraficantes

 

Obviamente no éramos los únicos: comerciantes, gente del ayuntamiento, y hasta a doctores eran extorsionados con el pretexto de la “protección”. Después de esa balacera, empezaron a llegar elementos del Ejército Nacional. Ya hasta parecía zona de guerra. Siempre en silencio, los soldados de vez en cuando pasaban por mi calle. Nunca se pararon a comer.
Apenas estábamos empezando a saborear la paz, cuando unos tres días intempestivamente en la mañana, entran unos desconocidos. Los desconocidos tenían acento del Sur de México, entraron preguntando por mí. ¡Cobarde no soy! Luego, me le pare enfrente y le dije:
― Yo soy el dueño aquí… ¿Qué se les ofrece?… ― les pregunté.
― Pues venimos por la feria ― dijeron ellos.
― ¿Cuál feria? Pregunté.
― ¿Pos cómo que cuál? No se haga… usted le pagaba 500 al Treviño, él ya no está, y el grupo de él ya no rifa en esta plaza― dijo el desconocido.
― ¿Y usted cómo sabe? Eso no es verdad… el comandante venía y comía, y luego…
― ¡MIRE TATA! No se me ponga picudo, cáigase con la lana ―. El hombre se metió la mano por debajo de la chamarra. Pude ver una pistola, fajada en el cinturón.

No pude encontrar palabras como explicarle que yo no le pagaba esa cantidad al Treviño. Estos no me pidieron comida, ellos querían sus $500 dólares. Les rogué que me dieran la oportunidad de juntarlos o que nos arregláramos de otra manera. No hubo argumento que los convenciera. Se fueron sin el dinero.

No escuche de ellos en dos semanas. A la mitad de la tercera semana, me mandan a una mujer joven. Venía a recoger el dinero. En ese momento por muchas razones no lo tenía.

― Nosotros estamos para ayudarlo viejito, pero tiene que jalar con nosotros ― dijo la joven.

Se fue la mujer sin el dinero. Días después, entra el hombre violento que había venido antes que ella…

CONTINÚA… “El COMANDANTE SE PONE MÁS AGRESIVO”

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