El silencio no es tanto la ausencia de sonido. Más bien, es la falta de palabras que no deja lugar a la interpretación.
El silencio no es cuando no tenemos nada que decir, sino que todo queda sin decir. Es cuando somos incapaces de encontrar más palabras que hagan justicia a nuestras emociones.
A continuación, te presentamos algunas ocasiones en los que es preferible hacer silencio. Situaciones en las que el silencio vale más que mil palabras.
Sé un buen oyente, haz silencio
Te presentamos algunos momentos en los que es mejor no decir nada. Así es, aunque el que calla, otorga, hay situaciones en las que están de más las palabras.
1. Pensar y guardar silencio antes de hablar.
Es la pausa antes de hablar. La gente suele hablar antes de pensar y, como resultado, dice cosas que no quiere decir; o no dice cosas que quería decir mal intencionadamente. Esto acarrea en la mayoría de los casos, mucho dolor.
2. Esté presente en la conversación.
Esté presente. Sólo así podrás decir las palabras que quieres decir, y las que no quieres decir. Estar presente no significa que no puedas pensar en otras cosas. Significa que eres consciente de lo que ocurre a tu alrededor, que escuchas lo que dicen los demás y que respondes con claridad y reflexión.
3. Deja de hacer varias cosas a la vez y céntrate en una sola.
Es humano estar haciendo varias cosas a la vez, sobre todo, cuando estamos en modo lluvia de ideas. Puede que incluso intentes no hacer varias cosas al mismo tiempo, pero la costumbre te gana.
Sin embargo, cuando estés en un entorno social, como por ejemplo:
- Hablando con un amigo, céntrate en esa única cosa.
- Si la conversación es sobre el trabajo, céntrate en el trabajo.
- Si la conversación versa sobre otros aspectos de tu vida, céntrate en ello.
- Si la conversación es sobre una afición que ambos comparten, céntrate en ella.
Cuanto más intentes centrarte en otras cosas, menos podrás concentrarte en lo que se supone que estás haciendo.
4. Tómate un descanso para reflexionar en lo que has dicho
A veces, hablamos durante tanto tiempo que nos olvidamos de hacer una pausa. Esto ocurre cuando hablamos sin descansar y sin respirar. Cuando esto sucede, la mayoría de nosotros termina la conversación con una exhalación profunda y la promesa de hacer una pausa una vez que la conversación original haya terminado.
Sin embargo, cuando llegamos a casa y nos tomamos un descanso, podemos recargar las pilas y volver a recordar esa conversación con la mente fresca, pero conscientes de que quizás nos perdimos de alguna información importante que deseaba darnos nuestro interlocutor, pero no lo dejamos hablar.
5. Deja que el silencio te enseñe algo nuevo
Estar en silencio puede resultar incómodo, sobre todo, si no estás acostumbrado. Tu mente empieza a trabajar horas extras tratando de dar sentido a las cosas cuando no oyes nada.
Los pensamientos sobre lo que podrías haber dicho llenan tu cabeza. Repites las conversaciones en cámara lenta hasta que sabes exactamente qué fue lo que salió mal y por qué a la otra persona no le gustó lo que dijiste o cómo lo dijiste. Entonces, te concentras en los detalles -lo que llevaba puesto, el color de su pelo, la forma en que se mantuvo de pie, mirándote con los brazos cruzados- para que la próxima vez que la veas o lo veas de nuevo, estés preparado con algo que decir que sea ingenioso, encantador, hermoso. Algo qué hacer para no parecer grosero, tonto o aburrido de nuevo.
CONCLUSIÓN: Hablar no cuesta nada, pero puede meterte o sacarte de un problema
Las palabras tienen el poder de dar o quitar vida, pero al igual el silencio puede ser poderoso. El que calla, otorga. El que calla, otorga.
Cuando dices algo, tienes que asegurarte de que en realidad estás diciendo algo realmente cierto, preciso, útil y edificante.
La comunicación es una habilidad que puedes practicar con diligencia. Pero recuerda, si no tienes nada bueno que decir, mejor no digas nada.