2022-08-04

La generosidad es la piedra angular de un gran liderazgo. También es una de las más difíciles. Como creyentes, queremos tener un impacto positivo en quienes nos rodean e inspirar a otros con nuestras acciones. Pero ser generoso requiere renunciar a algo que valoramos.

Así es, no es fácil equilibrar las necesidades de los demás con nuestros propios deseos y necesidades. Ser generosos significa que te gusta compartir con los demás, que te encanta compartir tu tiempo, dinero y amor por los demás porque eso te da alegría. Dar por gracia lo que por gracia recibimos, esto alegra tu alma.

"Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre (2 Corintios 9:7)".

Miedo a la generosidad

A menudo evitamos ponernos en situaciones en las que tengamos que dar de nosotros mismos por miedo a salir perdiendo en el proceso. Sin embargo, como creyentes, debemos aprovechar estas oportunidades para reflejar el amor y la misericordia de nuestro Padre celestial.

Sin duda, los que seguimos a Jesús somos diferentes. La generosidad es una de esas cualidades que nos hacen destacar del resto y tienen un impacto aún más duradero que cualquier sacrificio a corto plazo. Es algo que muy poco tenemos, pero que se lo podemos pedir a Dios. Nuestro Señor puede poner en nuestros corazones tanto el querer como el hacer.

“Porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención (Filipenses 2:13)”.

Si eres alguien que lucha por equilibrar tus necesidades personales con lo que puedes dar a los que te rodean, aquí tienes cinco consejos sobre cómo puedes ser más generoso sin dejar de mantenerte seguro y protegido:

Saber lo que puedes aportar

El primer paso hacia la generosidad es comprender lo que tienes que ofrecer. Se trata de tu capacidad para añadir valor. No obstante, ten en cuenta que el valor es subjetivo y diferente para cada persona. Lo que puedes ofrecer puede ser tiempo, energía, conocimientos bíblicos, habilidades, conexiones, recursos o una combinación de estos.

También puede ser algo más intangible, como optimismo, empatía, creatividad o pasión. Ser generoso requiere que seas consciente de lo que tienes para dar y una decisión consciente de compartirlo con las personas que te rodean.

No puedes dar lo que no posees. Así que lo primero que tienes que hacer es tener claro qué es exactamente lo que tienes que ofrecer.

Ayudar primero a los demás

La mejor manera de saber cómo ser generoso es empezar por buscar formas de ayudar a los que están a tu derredor. Sé generoso primero con tu tiempo, tu dinero y tus contactos. Busca oportunidades en las que puedas devolver y apoyar a otros en sus esfuerzos.

Por ejemplo:

  • Si estás en condiciones de ser mentor de otros, acércate a alguien que pueda beneficiarse de tus conocimientos y tu experiencia.
  • Dedica tu tiempo a una causa en la que creas y que te resulte atractiva.
  • Ofrece tu apoyo financiero a organizaciones de tu comunidad que marcan la diferencia.
  • Pide a tu red de contactos ideas y sugerencias sobre cómo puedes contribuir más con los demás.

Empieza con las personas con las que te relacionas a diario y luego amplía tu red de contactos a otras personas con las que tengas más impacto. Aprovecha las oportunidades que tienes delante de ti.

Establece límites y cíñete a ellos

Como creyente, estarás en posición de ayudar a otros regularmente. Esto significa que se te pedirá que hagas contribuciones financieras, que ofrezcas conexiones y que des tu tiempo y energía. No tienes que decir que sí a todo. Está bien decir que no, y tienes que ceñirte a esos límites.

Es decir, si algo está fuera de los límites que te has marcado, no pasa nada por decir que no. Esto te ayudará a evitar caer en una generosidad que no es sostenible a largo plazo. Hay una fina línea entre la generosidad que se aprovecha de ti y la generosidad que inspira tu confianza. La clave es encontrar ese equilibrio entre dar a los demás y preservar tu propio bienestar.

Aunque es bueno dar esa milla más, no puedes ser generoso con los demás si no te cuidas primero a ti mismo. Recuerda que debemos amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Si no te cuidas, si no te amas, ¿cómo puedes amar a los demás?

No tengas miedo de decir que no, y reconoce cuándo alejarte

Al ser generoso, también tendrás que alejarte de ciertas situaciones e interacciones. Habrá ocasiones en las que alguien no respete tus límites o intente aprovecharse de ti.

Por tanto, si te encuentras en una situación en la que te sientes fuera de control, fuera de tu alcance o que se aprovechan de ti, está bien que te alejes. No puedes ser generoso si te sientes resentido, enfadado, cansado o como si estuvieras caminando sobre cáscaras de huevo.

Primero tienes que ser capaz de cuidar de ti mismo. Si sientes que una situación no te beneficia, está bien que te alejes. A veces, tienes que saber cuándo dejar de ser generoso y alejarte de una situación. Sobre todo, esas situaciones en las que el Espíritu Santo nos advierte de que algo no está bien.

Conclusión

Ser generoso no es fácil. Hace falta valor para exponerse y dejar que los demás vean el amor de nuestro Señor reflejado en ti. Hace falta valor para defender lo que uno cree y ser auténtico, a pesar de las posibles consecuencias.

No es un camino fácil y tiene un coste. Pero ser generoso es lo que distingue a los grandes líderes. Es lo que causa un impacto que dura mucho tiempo después de que te hayas ido. Ser generoso es también una gran manera de construir confianza y relaciones con tus hermanos, colegas y clientes.

Ser generoso no es algo puntual. Es una práctica. Es una forma de vivir y de ser. No se puede ser generoso una o dos veces y acabar con ello. Ser generoso es un viaje de por vida. Es algo en lo que tienes que trabajar y esforzarte continuamente porque dando es como recibimos.

Siempre les he enseñado que así se debe trabajar y ayudar a los que están en necesidad, recordando aquellas palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir” (Hechos 20:35).