Aunque somos humanos y, por tanto, propensos a opinar sobre temas o personas sin que nos lo pidan, no pensamos en el daño que podemos causar si somos indiscretos. Olvidamos que nuestros juicios pueden condenarnos: " No juzguen para que no sean juzgados" (Mateo 7:1).
Todos somos juzgados por el Padre sobre la base de nuestras acciones está escrito en el Libro de Mateo. Pero, ¿quiénes eres o quiénes somos nosotros para señalar a los demás? ¿Estás libre de pecado, no tienes ni una pizca de malicia? ¿Es nuestra conducta tan justa como la de Dios, o simplemente realizamos obras diferentes?
No obstante, emitimos juicios a diestra y siniestra. Identificamos a los infieles, a los ladrones, a las prostitutas, a los envidiosos, a los que abandonan, a los que asesinan, a los que difaman y a los que son mezquinos, etc., etc. Al hacer esto, somos capaces de evitar ver nuestras propias faltas.
“Por lo cual no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas, pues al juzgar a otro, a ti mismo te condenas, porque tú que juzgas practicas las mismas cosas” (Romanos 2:1).
Cada persona experimenta los mismos acontecimientos de manera diferente. Por lo tanto, abstengámonos de condenar a los que han actuado de forma diferente, pues es posible que ni siquiera sepamos lo que realmente les ocurrió, aunque creamos que lo sabemos, pues nuestra tendencia es a imaginarlo todo.
¡No se construye nada con la crítica destructiva!
Nadie es perfecto; todos cometemos errores. Dios nos ve como iguales, independientemente de nuestro nivel de inteligencia o posición social. Por tanto, antes de criticar a tu hermano, examínate a ti mismo y comprueba si tú también tienes cosas que mejorar.
“¿Por qué miras la mota[a] que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:3).
Por otro lado, es importante recordar que no debes intentar resolver problemas que no has podido resolver tú mismo en algún área de tu vida. Es increíble (o muy hipócrita) ver personas “expertas” opinando sobre un tema que ellos mismos no han podido solucionar.
Cuando críticas, revelas tus inseguridades, adoptando una actitud arrogante y altiva. Nunca hagas comparaciones ni comentarios que no sean beneficiosos. No creo que a ti te guste que te traten así, pues cuando no quieras que la gente se comporte como tú, date la oportunidad de conocerla bien antes de juzgarla. Dios nos juzgará en función de cómo tratemos a nuestros hermanos.
Sé prudente, deja ya los juicios
Como dice el dicho:” prudencia es la madre de todas las virtudes”.
Cuando no somos capaces de detectar nuestros propios errores, estamos siendo injustos. Esto no es bueno porque significa que no estamos agradando a Dios, somos desagradables ante él. Por lo tanto, vive de acuerdo con la verdad, en lugar de dejarte llevar por las apariencias y ser rápido para juzgar.
Conclusión
Ten cuidado de no herir a tu hermano; más bien, intenta comprenderle. Si has pasado por una situación similar y has salido adelante, utiliza tus conocimientos para ayudarle. No le cuestiones; más bien, adopta una actitud madura y neutral ante temas que no conoces.
Dios castiga a los incrédulos, pero a los que en él creen, los libra del mal. De hecho, te has puesto a pensar en que aquella persona que estás juzgando injustamente puede tener una sólida relación con Dios… Así que cuidado con decir mentiras o levantar calumnias.
“Porque con el juicio con que ustedes juzguen, serán juzgados; y con la medida con que midan, se les medirá (Mateo 7:2)”.
Evita caer en la provocación, deja de lado la envidia, el engaño, la ira y evita que tu lengua diga lo que no debe. Forma parte del grupo que construye en lugar de destruir: busca la paz y, por favor, deja de juzgar a los demás.