Muchas personas mantienen relaciones de dependencia emocional. Es decir, dependen de sus parejas en todo sentido o sus actividades y pensamientos siempre giran en torno al ser amado. Se trata de una conducta bastante perjudicial para quien la posee y, para erradicarla, es preciso primero identificarla.
Esta inmadurez emocional es la que conduce a estas personas a ser dependientes emocionalmente, por lo que su vida gira en torno a la de su pareja; carecen de vida propia y no les atrae compartir actividades o proyectos con otra persona que no sea su pareja. Si discuten con ella, no se concentran en ninguna actividad; son celosos y reclaman exclusividad; pueden tornarse obsesivos y aceptar cualquier cosa “en nombre del amor”, sacando a relucir grandes dosis de inseguridad y una bajísima autoestima.
Ante esto, los expertos aconsejan que cada persona aprenda a valorarse y a reconocerse como un ser digno de amor. No es necesario cambiar la esencia para ajustarse a los deseos de otra persona. Sí es posible llegar a ciertos acuerdos, crecer o cambiar pero como persona individual, no en función del otro. Una cosa es evolucionar dentro de una relación, los dos juntos, y otra muy diferente es anularse, perder el sentido de la vida y dejar de ser un individuo único y especial.
También es aconsejable fortalecer la seguridad y la confianza en uno mismo. Este es un aspecto fundamental que la persona dependiente emocionalmente debe tratar, pues aquellos seguros de sí mismos no temen al abandono, no tienen celos extremos ni agobian al ser amado. Al contrario, confían en ellas, pudiendo así tener una vida gratificante y tranquila fuera de esa relación. Y, sobre todas las cosas, es preciso tener claro que cada uno puede tener una vida plena y completa, con o sin pareja.
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