Nuestro Señor Jesús no ascendió al cielo sin primero dejarnos la bella promesa de dejar al Espíritu Santo con nosotros.
En todo momento y a toda hora, Su Espíritu está cerca. Nunca estamos solos porque Dios está siempre a nuestro lado por medio de su Espíritu.
Gracias a la promesa de nuestro amado Jesús, podemos aferrarnos firmemente a la verdad de que no importa cuán precaria, difícil o angustiosa sea una situación. No importa cuán solos creamos estar o no importa cuán sombrías sean las perspectivas, Él siempre está allí, cerca, a nuestro lado.
Te digo algo, si muchos creyéramos de corazón esto que arriba te he dicho, nos ahorraríamos muchos problemas y tensiones innecesarias. Si tan solo pudiéramos confiar de todo corazón y no temer a nada con esa seguridad de que el Espíritu Santo de Dios está a nuestro lado siempre, nuestras situaciones serían diferentes.
Pero la historia se repite todos los días. Vienen los conflictos y hasta el creyente más maduro espiritualmente puede tambalearse en su fe momentáneamente.
Claro, somos humanos. Para eso también Dios nos dejó su palabra y tantas promesas. Para RECORDARNOS continuamente que no estamos solos. ¿Y por qué tiene Él que recordarnos continuamente? Pues porque somos humanos y en el momento del conflicto se “nos mueve el piso”.
No te sientas mal. A todos nos pasa.
El Rey David a menudo se encontraba en medio de angustias y desesperación, sin embargo, Dios siempre estuvo allí con él, cuidándolo, guiándolo, impulsándolo y salvándolo.
La presencia de Dios no quiere decir que haya ausencia de dificultades, significa que, si creemos y confiamos, no debemos de permitir que una ansiedad o preocupación desmedida tome posesión de nuestras emociones. Nunca, nunca, nunca estamos solos.
“Cercano está Dios a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras”, Salmo 145:18.
Dios siempre está con nosotros, incluso antes de invocarlo, Él ya está allí con nosotros. Su Espíritu nos da armonía y paz más allá de nuestro propio entendimiento, nos llena de esperanza incomparable. Nos hace sentir que Su amistad es incondicional, verdadera y eterna.
“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”, Juan 15:15 .
Sólo queda de nuestra parte invitar a Dios a estar a nuestro lado, por eso debemos orar reiterándole nuestra confianza en Él y rogándole que nunca perdamos esa seguridad interior en que él nos acompaña siempre.
Dios lo sabe todo
“¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin que vuestro Padre celestial lo sepa”, Mateo 10:29.
El absoluto y total conocimiento de Dios sobre todo y todos es el mayor consuelo que tenemos, ya que nada ocurre sin su voluntad y aprobación.
Ese conocimiento total se extiende a la veracidad de que Dios nos conoce mejor que nadie y conoce absolutamente todo sobre nosotros.
Jeremías 1: 5 nos recuerda que incluso antes de estar en el vientre de nuestra madre, Dios ya nos conocía. Y es por eso por lo que debemos inclinarnos a confiar en Su dirección para nuestras vidas.
Muchas veces pensamos que nos conocemos a nosotros mismos mejor que nadie, pero en realidad, nuestro Dios es perfecto conocedor de nuestro corazón, ya que creó nuestro carácter, rasgos y personalidad. Confiar en Su conocimiento de nuestras propias vidas resultará fructífero, pero debemos confiar infinitamente con Fe y con todo nuestro corazón.
Dios está en todas partes
La omnipresencia de Dios es un maravilloso consuelo en el que podemos descansar y colocar nuestra vida y nuestro destino. No importa qué tanto nos alejemos de nuestro Dios, no importa qué tan apartados nos encontremos de Él, No importa que tan decaídos nos sintamos, Dios, Todopoderoso y omnipresente está ahí, con nosotros, incluso antes de invocarlo, ya Él está a nuestro lado: NUNCA NOS ABANDONA. Sea cual sea nuestra situación, no podemos escapar de Dios y eso es realmente una bellísima bendición.
Mira lo que dice la Biblia:
¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
Aún las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz. Salmo 139: 7-12
El Rey David a menudo se encontraba en medio de angustias y desesperación, sin embargo, Dios siempre estuvo allí con él, cuidándolo, guiándolo, impulsándolo y salvándolo.
Ahora bien, vale la pena aclarar que cierto grado de temor y preocupación son naturales en todos nosotros, Dios puso estas emociones en nosotros como una manera de protegernos y de que nos cuidemos a nosotros mismos, por ejemplo: si oyes que tu hijo grita de dolor, automáticamente te vas a preocupar y sentirás cierto nivel de temor, lo cual te llevará a correr a auxiliar a tu hijo.
Nuestra reacción sería un poco “desquiciada”, si al oír gritar a nuestro hijo, dijéramos: ¡Ah, mi hijo grita y llora de dolor, pero tengo fe de que todo estará bien, así que no iré a ver que sucede! Esta será una manera ridícula y torpe de reaccionar y “aunque usted no lo crea” muchas personas reaccionan de manera antinatural ante cosas importantes de la vida.
Por tanto, saber que nunca estamos solos y que Él siempre está ahí con nosotros es la mayor prueba de que nunca enfrentaremos una dificultad o tribulación solos porque Dios nunca nos abandona y está allí para protegernos.