Humanamente hablando el amor es visto como un sentimiento o afecto que se tiene a algo o a alguien: una emoción agradable que nos hace ser más felices.
Cuando vamos a las Escrituras, especialmente en 1 Corintios 13:4-7, vemos que el amor es más que un sentimiento: << El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta>>.
Un corazón que ama no presenta actitudes pecaminosas ni busca satisfacción personal. Más bien, es capaz de padecer por el otro, el amor verdadero solo muestra lo bueno, lo mejor y más bonito que puede existir.
El fruto del Espíritu es amor
<<Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios>>. Efesios 5: 1-2
Llevar una vida de amor, así como Cristo vivió, solo es posible cuando le reconocemos como nuestro Salvador y sentimos como Él siente, buscamos lo que Él busca, deseamos lo que Él desea, escuchamos palabras santas y no nos prestamos a participar del pecado siendo iracundos, hablando de lo impuro o siendo idólatras.
El amor es uno de los frutos del Espíritu Santo y como dice 1 Corintios 13:13 es el más importante: <<Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor>>.
Claro, debes aprender a amar de verdad, y, esto lo aprendes cuando recibes de ese amor verdadero, Cristo. En la cruz Jesús mostró lo que significa amar, el fue paciente, soportó, nos perdonó, entregó todo su ser en el madero, Él sabía que no era una tarea fácil, no es fácil amar, pero por ti lo dio todo.
<<Hagan todo con amor>>. 1 Corintios 16: 14
Si vas a llevarle el café a tu odioso jefe, hazlo con amor; si debes organizar el desorden que hacen tus hijos, hazlo con amor; si te toca hacer la cena, hazlo con amor; si debes ir de compras con tu esposa, hazlo con amor… Todo lo que hagas hazlo con amor. Esto no es para jactarse de lo “amoroso” que eres o la encantadora persona en que te convertirás, ama porque Cristo te amó primero y su gran deseo es que te regocijes en sus bendiciones.
La rutina y el afán del día nos destruyen, haciéndonos insensibles y agotando nuestro ánimo y deseo de mejorar. Pero, recuerda que no lo hacemos por nosotros o a través de nuestras fuerzas, amamos porque Dios así lo quiere, porque Él sabe que en el transcurso de un pesado día lo más agradable que podemos ganar es el amor. El amor de un hermano, de un amigo, de tu pareja, de tus hijos, de tu familia, el cariño de las personas con quienes hablas y sobre todo el amor de Dios.
El amor de Dios es más grande
<<¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes>>. Isaías 49: 15-16
Sabemos que el amor de una madre es un amor puro que lo soporta todo por sus hijos, pero el amor de Dios es más grande. Como menciona el versículo anterior: “¡yo no te olvidaré!” El amor de Dios es tan inexplicable como su misma existencia, Él es amor.
El Señor conoce nuestras inquietudes, nuestras batallas y nunca nos abandonará. Si un día te olvidas de amar, recuerda que Dios te seguirá amando y te apretará hasta que te acuerdes de ello y seas transformado con el poder de Su Evangelio.