Cuando sentimos desconfianza en Dios y empezamos a dudar de su comprensión ante nuestras aflicciones, entramos en un terreno infértil y peligroso. El pueblo de Israel continuamente le había dado la espalda al Padre ante la dificultad, su lucha por no obedecer los mandatos del Señor los ha llevado a la disciplina una y otra vez.
Cuando se ve a Dios como indiferente, insensible o hasta cruel, entonces lo estamos viendo como nuestro enemigo o adversario, como alguien que no nos concede el bien, aun y cuando puede dárnoslos fácilmente.
En Las Escrituras, se narra el momento en que los israelitas se desesperaron y acusaron a Dios mismo de engaño y malicia, tergiversando lo santo y puro con el propósito de satisfacer sus malos deseos e ignorando el plan perfecto de Dios para ellos.
Entonces le reclamaron a Moisés: —¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros? ¿Para qué nos sacaste de Egipto? Éxodo 14:11
En esta injusta acusación están queriendo decir que Dios es incompetente y malvado, y que carece de empatía y compasión. Aún así, el Dios al que le dieron la espalda, rico en amor y misericordia le ofrece el perdón a Su pueblo por medio de Jesucristo. Siendo Él Dios perfecto, cargó todo pecado para que delante de Sus ojos todos sean santos como Él lo es, a imagen y semejanza suya.
“Por eso era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo. Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que son tentados” Hebreos 2: 17-18.
Jesús es empático y compasivo con nosotros
“Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento.Todos evitaban mirarlo; fue despreciado, y no lo estimamos” Isaías 53: 3.
Nuestro salvador no solo nos amó, sufrió y padeció por nosotros muerte de cruz y aun así en su falta de conocimiento el pueblo lo despreció. Esta no es solo una corrección para el antiguo pueblo de Israel, también es para nosotros hoy en día. Nos recuerda como es el corazón del hombre, camina en dirección al mal y con facilidad olvida quien es su salvador.
Cuando nos sentimos tristes, angustiados y solos en nuestra propia miseria, debemos recordar que Jesús es a la vez empático y comprensivo con nosotros, ya que ya sufrió por nosotros. No acusemos a Dios de falta de bondad o falta de misericordia o preocupación, más bien, rechacemos con firmeza la desesperación, que es indigna de aquellos a quienes Dios ha venido a salvar.
Como lo escribe el apóstol Pablo en Filipenses 3:10 “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”.
Quizás, es en el momento en que comprendamos realmente el sufrimiento de Jesús. Que entendamos que Él siempre estará a nuestro lado brindándonos consuelo, respuesta, empatía y misericordia.