La agresión sexual es cualquier tipo de comportamiento sexual en el que el consentimiento no se da u obtiene libremente, y se logra mediante la fuerza, la intimidación, la violencia, la coerción, la manipulación, la amenaza, el engaño o el abuso de autoridad. Por lo menos una de cada cuatro mujeres y uno de cada seis hombres son o serán víctimas de agresión sexual en su vida. A pesar de la naturaleza difícil del tema de la agresión sexual, como cristianos es importante crear conciencia acerca de este problema prevalente.
El abuso sexual ha sido una plaga para la sociedad durante miles de años. Incluso el Antiguo Testamento de la Biblia contiene historias trágicas de abuso sexual, violación e incesto. La Biblia no teme tomar una postura clara contra la agresión sexual en todas sus formas.
Evidencia Bíblica Contra el Asalto Sexual
Hay pasajes explícitos que llaman pecado a la agresión sexual. Deuteronomio 22:25-27 aborda los actos sexuales no consensuales y muestra preocupación por el bienestar de la mujer violada. El autor de una violación es condenado a muerte por lapidación, y en el texto se subraya que la mujer es inocente de cualquier delito y que no debe sufrir ningún daño. El pasaje dice: "Pero si en campo abierto un hombre se encuentra con una joven que está prometida, y el hombre la toma y se acuesta con ella, entonces sólo morirá el hombre que se acuesta con ella. Pero tú no harás nada a la joven; ella no ha cometido ningún delito castigable con la muerte. Porque este caso es como el de un hombre que ataca y asesina a su vecina, porque la conoció en campo abierto, y aunque la joven prometida pedía ayuda, no había nadie que la rescatara". En este pasaje, Dios defiende su inocencia y asegura tanto su protección como su reputación. La protegió de la culpa por el asalto y de la vergüenza después de que ocurriera.
También hay representaciones de actos sexuales que la Biblia caracteriza como asalto sexual, resultando en un trauma emocional. Pasajes como Oseas 2:1-13, Jeremías 13:20-27 y Ezequiel 16 y 23 demuestran un entendimiento de que tales actos de agresión sexual resultan no sólo en trauma emocional para la víctima, sino también en humillación y en una pérdida debilitante del sentido de sí mismo. Dios entiende la intensa cantidad de dolor que sufren estas víctimas.
En 2 Samuel, las Escrituras nos dicen que Amnón, el hijo de David, forzó a su media hermana Tamar a estar solo y a tener sexo con ella. El pasaje dice: "Pero cuando ella los trajo cerca de él para comer, él la agarró y le dijo: ``Ven, acuéstate conmigo, hermana mía''. Ella le respondió: 'No, hermano mío, no me obligues; porque tal cosa no se hace en Israel; ¡no hagas nada tan vil!... Pero él no la escuchó; y siendo más fuerte que ella, la obligó y se acostó con ella... Su hermano Absalón le dijo:'¿Amnón, tu hermano ha estado contigo? Cállate por ahora, hermana mía; él es tu hermano; no te lo tomes a pecho". Y Tamar se quedó, una mujer desolada, en casa de su hermano Absalón".
Incluso en la antigüedad, a las víctimas se les decía que mantuvieran el abuso en secreto. Curiosamente, la Escritura sigue hablando de los hermanos, del padre y de las consecuencias para ellos. Absalón, el hermano de Tamar, mató a Amnón e incitó a una rebelión contra su padre, el rey David. Sin embargo, no se dice mucho más de Tamar. Las Escrituras nos dicen que permaneció desolada en la casa de su hermano. Aquí está encerrada en el silencio, la vergüenza, la violación y el trauma del abuso que sufrió a manos de su medio hermano.
Dios entiende el intenso dolor que sufren estas víctimas. El Señor promete sanar a aquellos que han pasado por un trauma tan terrible, y les da la oportunidad de sanar. Quiere sacar a las víctimas de la oscuridad y el silencio y llevarlas a la luz, donde puedan sentirse capacitadas para defenderse a sí mismas. No quiere que nos sintamos aislados y destrozados como Tamar.
Hay otros relatos de violación e injusticia hacia la mujer en la Biblia, que crearon tal alboroto que hicieron que las naciones fueran a la guerra. Cuando la hija de Jacob, Dinah, fue violada por el hijo de un gobernante vecino, Siquem, sus hermanos lo asesinaron a él, a su padre y a todos los hombres de su ciudad por venganza (Génesis 34). Después de que la Concubina sin nombre fue violada en grupo y dejada por hombres de la tribu de Benjamín para que muriera, las otras tribus fueron a la guerra contra ellos al enterarse de su injusticia (Jueces 19-21). Estas dos historias nos muestran lo mucho que el Señor está realmente en contra de la agresión sexual, y cómo espera que nosotros, como cristianos, la veamos. Nunca es algo que se deba esconder bajo la alfombra, sino que se debe llamar la atención. La violación no fue encubierta ni ignorada. En cambio, fue respondida y vengada. Estas mujeres deben ser escuchadas y deben ser protegidas.
La intención de Dios para el sexo
Dios quiso que la humanidad "fructificara y se multiplicara" (Génesis 1:28). Esta multiplicación de la descendencia y el ejercicio del dominio debía suceder a través de la unión sexual ordenada por Dios entre marido y mujer (Génesis 2:24-25). Dios quiso que los sentimientos, pensamientos y actividades sexuales fueran placenteros y que fortalecieran la intimidad en el matrimonio. En la Biblia, la intimidad sexual es también un reflejo de unidad y paz. Es la imagen de dos convirtiéndose en uno.
La agresión sexual es una violación directa de lo que Dios quiso que fuera la intimidad sexual. Es una distorsión completa de las relaciones sanas, y una burla de la intención original de ser hecho para las relaciones con Dios y otros. El asalto sexual es un pecado contra Dios porque la bendición de la sexualidad es usada para destruir en vez de construir intimidad, y porque es un ataque contra Sus hijos.
La Biblia no encubre ni ignora la agresión sexual. La experiencia de asalto de la víctima no es ignorada por Dios, minimizada por la Biblia o fuera del alcance de la sanación. La respuesta de Dios al mal y a la violencia es la redención, la renovación y la recreación. Dios puede ayudar a la víctima a encontrar la paz.