En esos momentos cuando crees que Dios no responde tu clamor y estás desesperado por una respuesta, ten calma.
Dios jamás se contradice y es claro en Su Palabra:
“Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones”. Salmos 34:15
Puedes estar seguro de que escucha y está al pendiente de sus hijos. Y así como los escucha, responde.
El problema radica en que a todos nos encantan las respuestas rápidas y completas, por lo que nos cuesta esperar. Todos odiamos esperar, pero la espera en el Señor es diferente. De seguro cuando oras no pides un café, un tomate o un bolígrafo. Las bendiciones toman su tiempo, no porque Dios tarde en fabricarlas, es porque no estamos listos para recibirlas, no es el mejor momento para que llegue a nuestra vida o simplemente porque no nos corresponde recibirlas.
Escuchando a Dios
Dios habla de muchas formas. Nos habla a través de su Palabra, a través del consejo de alguien o a través de vivencias personales, solo debemos esperar con calma y estar atentos.
También, para escuchar a Dios debemos estar en comunión con Él. Permanecer en obediencia a Sus mandamientos y buscando con ansias Su amor y misericordia como cosa a que aferrarse.
Si quieres escuchar a Dios debes estar dispuesto a obedecer, Él no te preguntará si estás de acuerdo con hacer esto o lo otro, simplemente te lo dirá. Cuando ores a Dios, pídele que puedas comprenderlo y que ponga en ti el deseo de obedecer y aceptar Su voluntad.
En ocasiones el Señor nos habla y decidimos no escucharle porque no nos gustó la respuesta o no fue exactamente lo que queríamos. Orar con un corazón ambicioso solo nos traerá dolor, porque en nuestro corazón jamás vamos a estar satisfechos, siempre vamos a desear más.
Recuerda: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la
vida”. Proverbios 4:23
Si no escuchas a Dios podría ser porque:
No estamos listos para recibir la respuesta:
Si no estamos listos para retener una bendición dada por Dios, es cuestión de tiempo. Debemos prepararnos en Su Palabra para saber actuar con prudencia. Dios no te dará algo que no sea de bendición para tu vida.
¿Estás seguro que si recibes ese carro deportivo que tanto te gusta, sabrás controlar el límite de velocidad? Esto puede pasar con frecuencia, convertimos algo de bendición en algo malo.
El problema no siempre es el deseo, el problema es lo que queremos con ello, o en qué lugar de nuestra vida colocamos aquello. Dios no te dará algo que lo quite de ser el primer lugar en tu vida, porque sabe que cuando Él no es el primer lugar en tu vida estás perdido en tu propia concupiscencia.
“Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas”. Mateo 6:33
Simplemente porque no nos corresponde recibirlo:
Al ser humano le encanta crear, imaginar, planear, organizar. Estas son buenas acciones, pero podrían cambiar a malas acciones cuando empezamos a hacerlo con la mirada en nuestro placer, en nuestro deseo insaciable de tener más.
Si no es la voluntad de Dios que no recibamos algo debemos aceptarlo. Eso que tanto quieres podría ser de condenación a tu vida. Cristo fue crucificado para liberarte de todas las cadenas del pecado, de las tentaciones o de ser esclavo de los placeres. No padeció por ti para que sigas caminando en el sufrimiento.
Tienes un Dios que te ama, Su deseo no es verte amarrado a un trabajo, a un auto, a la renta de una casa. Él quiere que te goces en su presencia, porque podemos tenerlo todo, pero si no lo tenemos a Él no tendremos nada.
El Rey David era un hombre admirado, reconocido por su valentía, de hermosa apariencia. Llegó a ser un gran rey de Israel, su descendencia fue bendecida por Dios. Lo mejor de todo, Dios lo amaba porque en su corazón no estaban sus posesiones o su título de rey. En su corazón estaba un deseo ferviente de adorar a Su Santo Nombre. David también fue un pecador, un pecador arrepentido que conocía el gran amor y poder de su Dios.