El Señor Jesucristo dijo en Juan 14:15: “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos.” Este versículo y muchos otros más nos muestran la Palabra de Dios como nuestro alimento, como nuestra ayuda, nuestra guía y nuestra razón de ser.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra.” 2 Timoteo 3:16-17.
La Biblia habla por sí sola, guarda los fundamentos de la vida, y nos explica con claridad cómo debemos comportarnos para permanecer en los caminos del Señor.
También nuestro Salvador nos habló muchas veces de sus mandamientos como cosa a que aferrarse." Porque ha venido al mundo vuestra luz, para que sepáis distinguir el bien del mal y la verdad del error" Juan 17:3. Nos dio su palabra para guiarnos en todo lo que hacemos y no solo eso, Él es esa verdad y la luz en nuestro camino.
Si amamos a Jesús debemos seguir sus mandamientos, no como la paga de nuestro pecados, sino como un reflejo de su amor en nosotros. Amor que sobrepasa todo entendimiento, un amor que también vive en nosotros según el designio de su voluntad.
“Dichoso el que oye la Palabra de Dios y la obedece.”
La Biblia nos acerca a Dios
“De tus mandamientos he adquirido inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de mentira. Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.” Salmos 119:14-15.
Las enseñanzas de Jesús no solo están presentes en el Nuevo Testamento, también lo están en el Antiguo Testamento. Podemos afirmar con toda certeza que todo lo escrito en la Biblia fue inspirado por Dios, para su gloria, y para guiar nuestro camino.
“Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.” Hebreos 4:12
La Palabra de Dios nos instruye con cada uno de sus versículos, esto no para decirnos palabras bonitas que nos alegren el día, si no para penetrar lo más profundo de nuestra alma y nuestro espíritu. Mostrándonos cada día nuestra posición de pecadores y la salvación en Cristo Jesús, regalo inmerecido que nos acoge, nos limpia y nos acerca al Padre.